Lanzo una reflexión. Te invito a que la leas, pero también a que aportes tu opinión.
La cosa es la siguiente: hace un tiempo, intenso y no tan largo, aunque se haga muy largo, que siento que estamos viviendo en supervivencia. No asustarse. Esa supervivencia no es mala ni pobre ni un paso hacia atrás.
Llamo supervivencia a esta sensación interna de llegar al final del día, muchas veces sin saber ni cómo, y sentir “hostia, un día más, lo logré”. Esta supervivencia sutil, intensamente emocional y brutalmente energética, que estamos experimentando, para mí es una gran heroicidad.
Siento que, de un tiempo a esta parte, las veinticuatro horas de un día corriente se han acelerado tanto que sobrevivir es toda una hazaña. Día a día, lo cotidiano, lo establecido, cuesta vivirlo y mantenerlo, sin caer en el caos o en la idea dolorosa de que “me estoy volviendo loco”.
Sobrevivir ese día a día con las tareas personales, del hogar, asuntos relacionales, desempeño laboral, vida en pareja, familiar o soledad existencial, crisis de vínculos y formas de relacionarnos, etc. representa un desafío tan grande que nos cuesta humildemente entregarnos a cierta sensación de derrota.
La derrota de estar agotados sin haber hecho gran cosa.
La derrota de tener pensamientos grises y pesados cuando aparentemente está todo como lo habíamos pensado.
La derrota de seguir activándonos con los mismos traumas que no se resuelven nunca. ¡Joder, con todo lo que yo he trabajado!
Andan las emociones desbocadas, las somatizaciones físicas tocando todas las teclas, solo les falta dejar notitas indicando el para qué de su presencia, las relaciones afectivas de toda la vida de “mírame y no me toques” y las inquietudes laborales más movidas que el barco de un pirata.
Estamos en modo supervivencia. Y soy consciente de que la palabra suena incómoda. ¡Ahora que estábamos todos concienciados para adoptar la abundancia por bandera! Y con lo interiorizado que tenemos eso de que si quieres puedes, es como una derrota ver que puedes lo que puedes, que llegas hasta donde llegas, por mucho que quieras o te lo merezcas.
Abrazar la energía poderosa de la supervivencia me conecta con esa fuerza ancestral que se mueve desde las tripas. Que respiraban nuestros abuelos y les permitía llegar al final del día y dejar algo hecho, logrado, sobrevivido, para los siguientes: un puchero de comida, una manta tejida, un árbol plantado.
Abrazar la supervivencia me parece un acto de madurez psicológica, de emprendimiento personal, de echarle ganas a la vida, de tomar la Vida con lo que nos ofrece, y querernos y aceptarnos con esas limitaciones que con el tiempo se convertirán en bendiciones.
Para sobrevivir toca estar bien aterrizada y, también, concederte muchos mimos: ese chocolatico, esa mantica en el sofá o ese abrazo de reconciliación, contigo misma, con tus pensamientos destructivos, si aparecen, y también con aquellos que asoman creativos, lúcidos, y te invitan a continuar ofreciendo tus dones y tus valores.
Supervivencia: el arte de sobrevivir en el caos.
La supervivencia adaptativa que estás experimentado es todo un regalo. De crecimiento personal, para ti que lo tomas y te haces grande. Para los demás, a los que luego ofreces tu fuerza serena y tus recursos anímicos y mentales bien desarrollados. Te acabas convirtiendo en medicina y aliento.
Gracias por super-vivir.
El arte de SUPER VIVIR. Qué bonita reflexión. Tener la humildad de tomar la vida, aceptando el caos, mirándonos bonito con nuestras limitaciones, y permitiéndonos el "no llego" o "no puedo". Hoy he llegado hasta aquí, he podido hasta aquí, y está bien así y me doy las gracias por ello. GRACIAS Esther.